Liliant
Capítulo 6
Thirost, tierra de
las sombras
Bajé la escalera ansiosa. “¿Cómo podían tardar
tanto esos bastardos?” Habían cruzado hacía cinco lunas, Al mundo de los
humanos, necios estúpidos. “No se puede tardar tanto en matar a esa maldita. Si
padre me hubiera dejado ir, a estas alturas estaría reinando los mundos”. Me
giré cuando oí abrir las puertas.
—Mi señora, vuestro padre, el
Rey Kragor, os manda a llamar.
Miré a esa insignificante esclava. Era humana,
su simple olor me provocaba náuseas, caminé hasta la puerta y le espeté.
—¿Dónde se encuentra?
—En la sala del trono, mi
señora.
—Aparta de mi camino, necia.
Disfruté al verla huir por los pasillos, corría
como una rata asustada. “Más tendrán que correr cuando tenga el poder. En el
momento en que tenga la certeza de que la usurpadora esté muerta, mi adorado
padre no tardará en acompañarla. Este trabajo lo haré yo misma”, pensé
sonriendo; “disfrutaré matándolo con mis propias manos. Y después, todo será
mío. Ese maldito viejo pagará por haberme sumergido en la oscuridad, relegada a
las sombras”.
“Fue una verdadera sorpresa que mi hermanito
Philios se arrojara a los brazos de esa maldita. Y ¿qué hizo padre?, ¡quitarle
sus poderes!, para después enviar una partida de guerreros a matar a esa, para
rescatarlo de sus hechizos... ¡estúpido!
Es
evidente que el viejo es tan débil como lo era su hijo. Tenía que haberlo
matado cuando estuvo en su mano, antes de dejar que engendrara a esa bastarda.
El viejo no sabe aún que fui yo quien le quitó la vida a su adorado hijo y a
esa, antes de que siguieran procreando.
Él sigue creyendo que sus guerreros habían
hecho un mal trabajo, llevándose a su hijo en el camino. Pensándolo bien, esa
jugada me convenía; los testigos no podrán contarlo, el viejo se encargó de
liquidarlos por su negligencia,… ¡imbéciles!”
La
rabia me recorría el cuerpo al recordar cómo se doblegaron. “Mi hermanito los
liquidó con su espada si ningún esfuerzo. No pudo hacer lo mismo conmigo; fue
patético”. Lo recordaba como si estuviera ocurriendo en este momento.
“Matar a mi hermano me produjo un inmenso
placer, pero matar a la intocable, eso, sin duda, fue como rozar el mismo
cielo. Fue una lástima que la bastarda no estuviera con ellos, era evidente que
nos esperaban. Pero, ahora, mamá no estaba para proteger a su cachorrito. Por
fin, los astros se habían girado a mi favor”. Respiré hondo. La guardia abrió
las puertas de la sala del trono, allí estaba ese maldito viejo, me acerqué al
trono e incliné la cabeza.
—¿Me habéis llamado, mi
querido padre?
—Levantaos, mi adorada
Liliant, tomad asiento en vuestro trono, los guerreros han llegado —dijo sonriendo. ¿Sería verdad?, ¿habrían acabado con ella?
Asintió
con la cabeza a la guardia, mientras me sentaba en mi trono a su diestra. Los
portones se abrieron, entraron cinco guerreros; el que iba a la cabeza se
arrodilló, los otros cuatro le imitaron.
—Majestad, os pido clemencia. —dijo con la voz en un hilo.
—¿Clemencia? Explicaos.
El guerrero se puso en pie, su mirada seguía clavada
en el suelo.
—Majestad, solo hemos cumplido
una parte de nuestra misión.
—Aclaraos, por todos los
astros.
—Matamos a la guardiana, como
vos ordenasteis, pero la heredera huyó. —Cerré con fuerza los
dedos. Ese bastardo la había dejado escapar, ¡y pedía clemencia!
—Y me podéis decir, ¿cómo un ser desprotegido y sin poderes ha podido
huir?
—Su voz sonó como la de un padre que reprende a su hijo
pequeño.
—Disculpad, Majestad, no
estaba desprotegida; con ella había una guerrera y otro ser. No sabemos si era
una hechicera u otra guardiana.
—¡Estúpidos! —Sujetó su bastón con fuerza. Levantándose, comenzó a caminar de un lado
a otro. El guerrero se arrodilló atemorizado.
—Os lo suplico, mi señor.
Dejadme enmendar mi error, esta vez no os fallaré.
—Dadme la daga.
—No está en nuestro poder,
Majestad. Las guardianas se la llevaron; con ella mataron a tres de mis
guerreros.
El
viejo se quedó clavado en el sitio, mientras se acariciaba su escasa barba.
—Veamos. Vosotros erais ocho,
os entregué una daga mágica con la que podíais eliminar a la guardiana y a la
heredera. Desconocíamos la presencia de una guerrera y de una segunda
guardiana. —dijo esto último mirando a la vidente; esta dio un
paso hacia atrás—. ¿Por dónde iba…? ¡Ah, sí! Vosotros erais ocho y
solo habéis matado a una, de cuatro. Perdisteis la daga, no matasteis a la
heredera, y mueren en manos de estas, tres guerreros, ¡y vos me pedís
clemencia! —Alzó el bastón en su dirección. De él salió un
rayo que lo fulminó en el acto, los otros cuatro se arrodillaron. El viejo los
miró.
—Quitaos de mi vista, si no
queréis acabar del mismo modo. —Se detuvo delante de la
vidente, esta retrocedió otro paso—. Buscadla, sacad a las
arpías si es preciso, pero encontradla.
—Sí, Majestad, no os fallaré.
El viejo miró el rastro de polvo que había
dejado el guerrero en el suelo, fijó sus ojos en ella diciendo:
—Si apreciáis vuestra vida, no
lo hagáis. ¡Salid todos!
Texto con derechos de Autor. GC-576-13
ISBN: 978-84-616-7818-8
ISBN: 978-84-616-7527-2
obra completa en:
www.elcorteingles.es
Bueno hoy les dejo la entrada de Thirost, tierra de las sombras. El último mundo que nos quedaba por conocer y donde se cuece a fuego lento las ansias de poder.
ResponderEliminarEspero que les guste.